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Otro invisible: la verdad incómoda del consumo de agua potable en Santiago

Por Paula Candia Inostroza

Abogada Consultora de Gobernanza Hídrica en Fundación Newenko


Es impresentable que, ante este escenario en la Región Metropolitana, los medios de comunicación, las empresas y las autoridades sigan informando que el consumo humano corresponde solo al 7% del total nacional. Esa estadística, no desglosada, en nada aporta a que los habitantes de la capital comprendan que el impacto de consumo de agua potable en ciertas cuencas, como las del Maipo y Mapocho, puede llegar a superar la participación de otros usos, incluso los forestales o los agrícolas.



Para el Día Mundial del Agua de este año se propuso centrar la atención en el agua subterránea bajo la frase “hacer visible lo invisible”. Sin embargo, considero que en este momento hay otro tema que en la Región Metropolitana requiere salir de forma urgente de la invisibilidad: el alto consumo de agua potable, especialmente en las comunas de más altos ingresos de la Región Metropolitana (RM). ¿Por qué? Porque la participación en la demanda de agua debe realizarse mirando a la cuenca, y en la RM se consume agua potable como si no existiera crisis hídrica, como si las cuencas que la abastecen tuviesen agua ilimitada.


La ilusión de que todo llega como por arte de magia a nuestras casas es una constante en el habitante de las grandes urbes como Santiago. Más bien, es una constante en el ciudadano que, con capacidad adquisitiva y cegado por la automatización de los servicios, no se detiene a pensar cómo y cuánto realmente vale lo que consume. Eso lo aprendí apenas llegué en 2007 a vivir a Santiago, cuando era recurrente observar cómo se regaban los pastos a media tarde, se lavaban los autos y hasta se limpiaban las calles con el agua “de la llave”, sin disimulos. Había entonces una respuesta clara a cualquier reclamo en contra de estas prácticas: “No importa, yo lo pago”, decían. Pero el problema no era quién lo pagaba, sino que evidentemente el uso irresponsable del agua.


Años después, la respuesta ante mis reclamos evolucionó desde la capacidad de pago a las estadísticas: “El consumo humano solo alcanza el 7% del total de gasto de demanda de aguas en Chile. Es injusto que nos pidan a nosotros reducir el consumo”, agregaban. Más allá de ciertas variaciones en los porcentajes, la respuesta era parcialmente correcta. El problema es que la divulgación de este porcentaje por parte de los habitantes de la capital omite que la estadística nacional es diametralmente distinta a la región y cuenca que habitan.


De acuerdo con el informe llamado “Estimación de la demanda actual, proyecciones futuras y caracterización de la calidad de los Recursos Hídricos en Chile”, del año 2017 y disponible en la web de la Dirección General de Aguas, la demanda de agua consuntiva en la RM, correspondiente al sector de agua potable urbana, alcanzaba el 32% del total de demanda regional, de acuerdo a los datos del año 2015. El 32%, no el 7%. El porcentaje informado se asemeja a los números que ya se conocían por diversas fuentes y que se comentaban con preocupación por algunas personas en el sector. Así, por ejemplo, se ha dicho que durante las épocas de sequía y al comenzar a operar los decretos de escasez hídrica, la demanda consuntiva del agua del Río Maipo para el sector de agua potable correspondía aproximadamente a un 60% del total de demanda en la cuenca. El 60%, no el 7% que se repite una y otra vez, por diversos medios, sin hacer un desglose que permita divulgar la información con mayor precisión.


¿Por qué es importante visibilizar este porcentaje? En estos días en que existe posibilidad cierta de racionamiento en la RM, entender cuál es el impacto de cada tipo de uso de acuerdo con la realidad local –utilizando como base territorial a la(s) cuenca(s)–, es fundamental para realizar una gestión adecuada del componente hídrico, lo que incluye la campaña comunicacional y educacional que esta requiere. Es impresentable que, ante este escenario en la Región Metropolitana, los medios de comunicación, las empresas y las autoridades sigan informando que el consumo humano corresponde solo al 7% del total nacional. Esa estadística, no desglosada, en nada aporta a que los habitantes de la capital comprendan que el impacto de consumo de agua potable en ciertas cuencas, como las del Maipo y Mapocho, puede llegar a superar la participación de otros usos, incluso los forestales o los agrícolas.


¿Implica ello desconocer que tenemos problemas estructurales en la gestión y uso del agua, que van más allá del actuar individual? Por supuesto que no, y debemos avanzar en dar solución efectiva a dichos desafíos sobre los que suficiente investigación se ha levantado, pero ello no puede ser una excusa para dejar de divulgar la información que hoy requerimos con urgencia que sea concientizada. De lo contrario, seguiremos teniendo a una ciudadanía que confía en la estadística nacional, que no toma acción, y especialmente a un sector oriente dónde aún se rellenan piscinas y se riegan pastos siempre verdes con agua “de la llave”, donde opera tan felizmente el “yo lo pago, no molestes” y donde aún hay personas que no saben cuántos litros de agua se requieren para una ducha de 15 minutos.


Quizás, ahora que la crisis hídrica toca a la puerta de la capital y especialmente de sus habitantes privilegiados, comenzaremos a trabajar e implementar en serio en la gestión hídrica que todo nuestro país requiere; y a visibilizar, aunque sea difícil de aceptarlo, que en ciertas cuencas nuestro alto gasto de agua diario sea el principal “problema” a solucionar.



28/04/22


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